La
pedagogía del amor, a juicio de Antonio Pérez Esclarín, quien ha sido autor de
más de 30 obras sobre este tema representa una de las piedras angulares en la
noble tarea de educar y formar en valores.
Por
décadas se ha mal interpretado o bien pudiéramos decir mal desarrollada la
importancia del perfil del docente en relación al rol que desempeña, y es que
de nada sirve un docente que graduado con honores en la Universidad de más
prestigio si no tiene Amor por lo que hace, más importante aún si no siente a
cada alumno como un ser importante, único, auténtico que llega a sus manos como
plastilina para ser moldeado a lo que su criterio debe ser un individuo
integral.
Quienes
tenemos la maravillosa oportunidad de ejercer esta loable labor sabemos de la
importancia que tiene el trato del maestro hacia el alumno, la confianza que
este inspire, la motivación que brinde a cada uno de sus estudiantes, la
importancia que demuestre ante cualquier situación que de una u otra manera
afecte a uno o más de estos seres.
Y es
que el maestro. (lo hemos repetido cantidad de veces) es o debe ser un modelo a
seguir, a nivel cognitivo pero sobre todo a nivel personal, es decir a través
de sus conductas, su lenguaje, su gestualidad, entre otros aspectos. Un niño es
bien comparado con una esponja que absorbe cuanta enseñanza pueda ofrecérsele,
pero a diferencia de ésta no posee límite alguno, su capacidad es infinita.
Pudiéramos
plantearnos la pregunta Cuál es el rol del maestro en relación a sus
estudiantes? Bastará con decir que el educador tiene incluso la oportunidad no
sólo de hacer de sus estudiantes seres realmente de provecho, con valores
éticos y morales afianzados, seres seguros de sí mismo, comprometidos a seguir
el camino que los lleve hacia la consecución de sus metas, (esto se logra a
través de una pedagogía basada en el amor), sino que de no desarrollar un
modelo positivo pudiera llegar a “castrarlo” y a lograr la pérdida del interés
que el estudiante tenga en cualquier área de su vida.
La
Pedagogía del amor sugiere que el docente se prepare para motivar a cada
estudiante, a comprender que son seres únicos, irrepetibles, con necesidades
individuales, que busca ser elogiado por sus logros y motivado a continuar
cuando no lo haya alcanzado. Y es que la tarea del maestro no debe limitarse a
la enseñanza de las ciencias, sino a la formación y fortalecimiento de valores,
de sentido común que le permita al estudiante perseguir su propia realización y
por ende su propia FELICIDAD!!!
EDUCAR ES DAR OPORTUNIDADES!
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